Síndrome Metabólico: cuidado con las dietas

28/05/2015 • Dietas, Informes & novedades, Noticias e Informes, Nutrición • Views: 5969

Cometer excesos con el consumo de carne, las frituras, los alimentos grasos y los dulces es una conocida causa -directa e indirecta- de aumento de riesgo cardiovascular, entre otros problemas de salud.

Así como hay alimentos que favorecen a la salud, y por ello se los llama “alimentos funcionales“, existen otros que perjudican notablemente las funciones del organismo pudiendo desencadenar enfermedades metabólicas.
Entonces, todos los alimentos pueden resultar buenos. Pero influye mucho cuánto, cómo, dónde y la forma de preparación de los mismos.

A la lista de alimentos desaconsejados se han sumado los refrescos. Y, según una reciente investigación, parece ser que el problema no se soluciona eligiendo bebidas bajas en calorías. Un estudio publicado recientemente en la revista ‘Circulation’, de la American Heart Association, relaciona sorprendentemente las bebidas light con el desarrollo de síndrome metabólico.

Investigando los hábitos alimentarios

No se puede asociar un solo alimento al desarrollo de una enfermedad.

Gerald Reaven definió, en 1988, el síndrome metabólico o síndrome X como un conjunto de factores de riesgo coronario que incluían la resistencia a la insulina (hiperinsulinemia), la hipertensión arterial y un perfil lipídico alterado (aumento de triglicéridos y un descenso de las lipoproteínas de alta densidad, HDL). Estudios posteriores han mostrado que se agregan otras alteraciones como la obesidad abdominal, la presencia elevada de lipoproteínas de baja densidad (LDL) pequeñas y densas, y un incremento en las concentraciones de ácido úrico.

El papel que juega la dieta en la génesis del síndrome metabólico aún no se ha logrado entender del todo. Con el fin de dar más luz a la búsqueda científica de esta asociación, Lyn M. Steffen, de la University of Minessota’s School of Public Health y sus colaboradores, han estudiado los hábitos alimentarios de unos 9.500 individuos, participantes en el Atherosclerosis Risk in Communities (ARIC) Study, colaborando en la investigación de los factores de riesgo cardiovascular.

El patrón alimentario occidental con altas ingestas de azúcares refinados, carne roja, alimentos procesados y fritos, se asocia directamente a un aumento del riesgo de desarrollar síndrome metabólico. Uno de los resultados destacables de esta investigación es que los participantes del estudio que consumieron más de un refresco diario, tanto light como no, tuvieron un riesgo de presentar síndrome metabólico mucho mayor que los que consumieron menos de un refresco diario o ninguno. A los primeros les subió la tensión, engordaron, les bajó el colesterol bueno (HDL) y les aumentaron los triglicéridos.

Por otro lado, no se encontró ninguna relación (positiva o negativa) entre el síndrome metabólico y los cereales integrales o refinados, los frutos secos, el café, las frutas y las verduras y aparentemente, los productos lácteos han manifestado cierto papel protector.

La grasa en la dieta

La resistencia a la insulina se asoció con otras anomalías metabólicas agrupadas en el síndrome metabólico. Tales como las relacionadas con el metabolismo de las lipoproteínas, que se caracteriza principalmente por elevados niveles de triglicéridos y bajas concentraciones de HDLc. Los cambios en la composición grasa de la dieta se asociaron con cambios significativos en los niveles de lipoproteínas plasmáticas. Sin embargo, la influencia de las grasas de la dieta sobre el metabolismo lipoproteico está mediada por múltiples mecanismos. De modo que no siempre los cambios en las concentraciones de lipoproteínas plasmáticas y la sensibilidad a la insulina se producen en forma paralela.

Hay pocos estudios que evaluaron la influencia de la grasa de la dieta sobre el metabolismo lipoproteico, específicamente en individuos con síndrome metabólico. En presencia de resistencia a la insulina, el reemplazo de una dieta con grasas saturadas por otra con grasas insaturadas no sólo disminuyó los niveles de colesterol asociado con lipoproteínas de baja densidad (LDLc), sino también los triglicéridos asociados con lipoproteínas de muy baja densidad (VLDL).

Los efectos sobre las concentraciones de HDLc son menos claros y posiblemente estén relacionados con el tipo de grasa insaturada utilizada. Los ácidos grasos trans inducen efectos similares sobre los niveles de lipoproteínas plasmáticas a los observados con las grasas saturadas. Los ácidos grasos omega 3 de cadena larga tienen gran importancia en la reducción de las concentraciones de triglicéridos en seres humanos, a pesar de que no tienen efecto sobre la sensibilidad a la insulina. Esta disminución se demostró tanto en pacientes con hipertrigliceridemia como en diabéticos tipo 2 y también en personas normotrigliceridémicas. Este efecto está asociado con un incremento en el LDLc, no sólo en individuos con hiperlipidemia sino también en personas normolipidémicas.

En suma, la calidad de la grasa de la dieta es capaz de influir sobre la sensibilidad a la insulina. Así como sobre otras anomalías metabólicas relacionadas con la resistencia a la insulina. Sin embargo, los efectos no siempre están interrelacionados, lo que sugiere múltiples mecanismos de acción. Todos estos datos avalan el concepto de que para evitar el síndrome metabólico puede ser apropiada la implementación de una reducción en el consumo de comidas ricas en grasas saturadas a favor de alimentos y aceites vegetales ricos en grasas insaturadas, particularmente grasas monoinsaturadas. No sólo por sus efectos beneficiosos sobre el LDLc, sino también por su influencia sobre la sensibilidad a la insulina y algunas anomalías metabólicas relacionadas.

Actualmente se sabe que, dentro de ciertos límites, importa más la composición de las grasas que su cantidad total. El establecimiento de un límite superior para el consumo de grasas de aproximadamente 35% a 40% de la ingesta energética total es más realista y fácil de lograr que la reducción drástica de grasas que lleva al desaliento tanto de los pacientes como de los médicos.

Bebidas light: hipótesis sin resolver

En el Framingham Heart Study, donde participan alrededor de 5.000 personas desde el año 1948, se han recogido cuestionarios estructurados con preguntas relativas al consumo de refrescos y al tipo de éstos con el fin de averiguar si están relacionados con el síndrome metabólico. Entre las variables recogidas se encuentran datos antropométricos, la presión arterial, la glucemia basal, el colesterol HDL y los triglicéridos, así como datos sobre los estilos de vida (ejercicio y consumo de tabaco y alcohol).

Se dividió a los participantes en tres grupos en función del número de refrescos diarios que declararon consumir: los que tomaron menos de uno (grupo de referencia), los que declararon tomar uno o más, y los que tomaron dos o más. Se detectó una mayor proporción de personas que desarrollaron síndrome metabólico a lo largo de los años en el grupo que tomó más bebidas refrescantes. Esta relación se mantuvo incluso para los refrescos light, lo cual llama la atención porque habitualmente se consideran menos nocivos.

No están claros los mecanismos que relacionan las bebidas refrescantes con la aparición de diabetes mellitus, hipertrigliceridemia, aumento de grasa corporal o hipertensión arterial. Tampoco se puede asociar un solo alimento al desarrollo de una enfermedad.

Teorías posibles

Una teoría explica que su intenso sabor dulce estimula el deseo de alimentos dulces y calóricos. Está comprobado en estudios de intervención que, cuando se adicionan refrescos a la dieta, aparece un incremento en la ingesta calórica de otras fuentes. Parece ser que «incitan» a comer más y peor.

Otra posible explicación se basa en los hallazgos observados en roedores, que apuntan a que es posible que los edulcorantes artificiales influyan en el aumento de la ingesta. Porque podrían interferir con la capacidad del organismo para distinguir y gestionar las calorías de los alimentos.

Según Sharon Fowler, experta de la Division of Clinical Epidemiology, del Health Science Center’s Department of Medicine de la Universidad de Texas, cuando el cerebro recibe la sensación dulce, pone en marcha mecanismos que se hacen cargo de las calorías que hay tras este sabor. Pero cuando éstas no aparecen, el organismo sigue «pidiendo» lo que esperaba. Esto puede dar lugar a cometer excesos con la comida.

En definitiva, todos los estudios realizados están basados en la observación por lo que no son concluyentes. Serán necesarias otro tipo de investigaciones que confirmen y expliquen las evidencias encontradas.

Registro MESYAS

En España, la Sección de Cardiología Preventiva de la Sociedad Española de Cardiología promovió el Registro Nacional de Síndrome Metabólico (Registro MESYAS, MEtabolic SYndrome in Active Subjects). El objetivo fue evaluar la prevalencia del síndrome metabólico entre la población laboral activa española y analizar sus diferencias según las categorías laborales.

Según los resultados de este registro, que incluyó una muestra de 7.256 individuos, se estima que el 10% de los trabajadores activos sufren síndrome metabólico, si bien la edad y el sexo masculino son factores de riesgo asociados. El síndrome metabólico se asocia a una reducción en la calidad y la esperanza de vida de las personas afectadas.

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